Tal como Quino pone en boca de Mafalda, pienso que el año próximo nos irá mejor. Las circunstancias que nos rodean no me ayudan a ser creíble, pero igual, esa es mi convicción, y trataré de explicarla acá. Nuestra vida es un reflejo fiel de nosotros mismos, de nuestros pensamientos, de nuestras acciones, incluso -o mejor dicho, más aún- de nuestra inacción.
Muchas veces nos paralizamos ante circunstancias externas duras, insólitas, que pensamos no poder superar, y allí radica lo primero que quisiera compartir con ustedes. La percepción que tenemos de nosotros mismos es lo que proyectamos a los demás. Si pensamos que somos capaces de desarrollar cualquier tarea, emprender cualquier reto, superar cualquier obstáculo, los demás nos verán como personas exitosas, aguerridas y comprometidas con su destino. Y lo mejor de todo, nosotros, al recibir esos refuerzos de nuestro entorno, afianzaremos nuestra percepción, confiaremos más en nosotros, y seguiremos adelante, creciendo, fortaleciéndonos, avanzando. Como ven, todo parte de nuestro propio pensamiento.
Ahora bien, cuando dentro de nosotros existe la convicción de que algo es imposible, que no podremos con eso, que ahora sí nos fregamos, que nadie logrará sacarnos de este problema, no tengamos ninguna duda, así será. Cada vez que nuestro pensamiento lanza un "no" hacia afuera, el universo lo repite como un eco, y regresa a nosotros potenciado. Eso nos limita en forma automática, y nuestra percepción permea hacia nuestro entorno, que nos verá como personas con problemas, negativas, depresivas o deprimidas, o al menos, problemáticas y muy estresadas. Y de nuevo, lo que los demás piensen de nosotros regresa a nosotros, confirmando nuestra percepción negativa, y profundizando nuestro error.
A estas alturas estarán pensando, "pero Rosa, ¿y el paquetazo rojo de fin de año? ¿y la unificación cambiaria? ¿también dependen de mi percepción o de mi convicción??"
Por supuesto que no. Ni esas terribles realidades de nuestra política cotidiana, ni un árbol que se cayó en la vía y la obstruyó justo cuando teníamos que pasar, ni el palo de agua que cae cuando íbamos camino a la playa, ni la muerte de un ser querido. Pero lo que sí depende de nosotros es la actitud que asumiremos frente a esas realidades. Eso sí lo gobernamos nosotros, y por eso, lo que decidamos repercutirá en nuestra vida, definitivamente.
Lo que sucede a nuestro alrededor, por terrible que sea, no puede afectarnos en forma terrible si nosotros no lo permitimos. Y no estoy hablando de convertirnos en avestruces que se esconden de la realidad, ni en comeflores que todo lo ven bello. No.
Lo que digo es que, con la plena conciencia de la situación que nos rodea -personal, familiar, de trabajo, de país- aprendamos a separar aquello cuyo cambio depende de nuestra acción directa, y clasifiquemos lo que no depende, en forma inmediata y directa, de una acción de nuestra parte. Entonces, con este mapa claro, debemos tomar decisiones en función, primero, de todo aquello que en forma directa depende de nuestra acción. Por ejemplo, cambiar de ruta para esquivar el árbol caído, idear actividades para realizar en la playa bajo techo evitando la lluvia, o recordar con alegría a aquella persona que ya no está, por haber tenido la bendición de compartir su vida.
Luego, frente a aquellas circunstancias cuya gobernabilidad escapa a nuestras manos en forma directa, preguntémonos: ¿Es importante para mí, para mi vida? ¿Qué herramientas tengo a mi alcance para incidir allí? ¿Qué cosas estoy dispuesta a sacrificar para conseguir ese cambio? Y cualquier otra pregunta cuya respuesta acorte la distancia entre aquella circunstancia alejada de mi gobernabilidad y mis acciones, porque las respuestas a esas preguntas nos permitirán delinear las acciones y actitud correspondientes.
Claro, nos conseguiremos que algunas de las respuestas a esas preguntas (y las otras que se nos ocurran dependiendo de la situación) no nos gustarán, o nos dará temor asumir las acciones que ellas indican. Eso significa que nos estamos escondiendo en nuestra zona de confort.
Según la literatura, la zona de confort de una persona es el conjunto de ambientes y comportamientos con los cuales ella se siente segura y sin riesgo. Al ser humano por naturaleza no le gustan los cambios. Sin embargo, nuestra capacidad de crecer, aprender y superarse es mucho mayor cuando estamos en una situación incómoda. La zona de confort es como una cortina detrás de la cual pensamos que evadiremos los desafíos diarios que se nos presentan. Es un lugar de seguridad aparente, a través del cual miramos al mundo y pensamos que nos resguardamos de sus peligros.
El problema es que allí, a pesar de que nos provee un sentido de seguridad, también nos mantenemos alejados del escenario de la vida real donde se encuentran las oportunidades para generar los cambios y crecer.
La mayoría de nosotros hoy día, y frente a las circunstancias que pensamos lejanas a nuestra gobernabilidad, a mi modo de ver, nos mantenemos sentaditos en nuestra zona de confort, tuiteando, leyendo noticias en internet, viendo la realidad del país a través de la pantalla de la televisión, y criticando a los demás, porque no hacen lo que pensamos hay que hacer, porque no actúan, porque no pelean, porque no hablan o porque hablan de más, porque no hacen lo que nosotros tendríamos que estar haciendo, esa es la verdad!! La realidad no nos gusta, pero actuamos como si no tuviéramos nada que hacer para cambiarla!!
Estamos asistiendo a las postrimerías de 2010, un año del que se puede decir todo, menos que fue tranquilo y monótono. Sus semanas finales nos anuncian un inicio de 2011 bastante más intenso. ¿Seguiremos sentados esperando a que alguien nos haga la tarea?
Conozco gente que ha puesto su vida personal de lado, y se ha resteado con esta realidad, y que día a día, unas veces con más aciertos que otras, actúa en consecuencia, para trabajar por la transformación del país. ¿Qué estamos haciendo los demás?
Los invito a pensar un poco en estas ideas, con la mente abierta, y procurando alejar el pensamiento de que eso no lo puedo cambiar yo. Miremos a nuestro alrededor, y pensemos en qué modo nuestras acciones pueden contribuir con ese cambio, con esa transformación que estamos reclamando a otros. Y hagámoslo, comencemos!!
Estoy segura de que el próximo año traerá tantos retos como oportunidades de superarlos, y por eso, con mucho trabajo, esfuerzo, constancia y convicción, nos irá mejor. Tengo fe de que así será, y mi compromiso, mis brazos, mi cerebro y mis piernas para trabajar en ello.
Es mi deseo para todos!!